Tuesday, August 11, 2009

New York Times: A Cold War Ghost Reappears in Honduras

A Cold War Ghost Reappears in Honduras

Edgard Garrido for The New York Times

Billy Joya in Tegucigalpa, Honduras.

Published: August 7, 2009

TEGUCIGALPA, Honduras

THE coup here has brought back a lot of Central America’s cold war ghosts, but few as polarizing as Billy Joya, a former police captain accused of being the former leader of a death squad.

He didn’t sneak quietly back into national politics. He made his reappearance on a popular evening talk show just hours after troops had rousted President Manuel Zelaya out of bed and loaded him onto a plane leaving the country.

Mr. Joya’s purpose, he said, was to defend the ouster and help calm a public that freed itself from military rule less than three decades ago. Instead, he set off alarms among human rights activists around the world who worried that the worst elements of the Honduran military were taking control.

“The name Billy Joya reverberated much more than Micheletti,” Mr. Joya protested, perhaps a little too strenuously, referring to the head of the de facto government, Roberto Micheletti, installed by the military. “Instantly, my image was everywhere.”

Mr. Joya’s conflicting images — a vilified figure who portrays himself as a victim — are as hard to reconcile as his life story. Human rights groups consider him one of the most ruthless former operatives of an American-backed military unit, known as Battalion 316, responsible for kidnapping, torturing and murdering hundreds of people suspected of being leftists during the 1980s.

Today, Mr. Joya, a 52-year-old husband and father of four, has become a political consultant to some of the most powerful people in the country, including Mr. Micheletti during his failed campaign to become president last year. Now that Mr. Micheletti has effectively secured that post, Mr. Joya has resurfaced again as a liaison of sorts between Mr. Micheletti and the international media.

Mr. Joya looks straight out of central casting, though not for the role of a thug. He has more of the smooth, elegant bearing of a leading man. And in the 14 years since he was first brought to trial on charges of illegally detaining and torturing six university students, he has undertaken a solitary quest — one that can at times border on obsession — aimed not only at defending himself, but also at vindicating the government’s past fight against Communism.

In 1995, he released a 779-page volume of newspaper clippings, government records and human rights reports meant to substantiate the military’s narrative of the cold war, which essentially accuses its opponents of having blood on their hands as well. And in 1998, after living for a couple of years in exile in Spain, Mr. Joya said he was the first and only military officer to surrender himself for trial.

“Not once in 14 years has there been a single legitimate piece of evidence linking me to these crimes,” he said. Referring to human rights organizations, he said, “What they have done is to condemn me in the media, because they know if they proceed with these cases in court, they are going to lose.”

The odds would appear to be on Mr. Joya’s side. In 1989, the Inter-American Court of Human Rights determined that the Honduran military was responsible for systematic abuses against government opponents. Still, in the 27 years since this country returned to civilian rule, authorities say, Honduran courts have held only two military officials — Col. Juan Blas Salazar Mesa and Lt. Marco Tulio Regalado — accountable for human rights violations.

ONLY about a dozen other officers ever faced formal charges. And most of those cases, like Mr. Joya’s, remain unresolved by a judicial system that remains crippled by corruption.

Meanwhile, Mr. Joya has not suffered silently in legal limbo. In some ways, he has hardly suffered at all. His business as a security consultant and political adviser to some of the most powerful elected officials and businessmen in the country has been lucrative.

“He is like one of those guys who went to Vietnam,” said Antonio Tavel, president of Xerox in Honduras. “He had an ugly job to do once upon a time, and now he’s a regular family guy.”

Mr. Joya is the son of a businessman who helped start several successful companies in Honduras but gambled away more money than he made. Mr. Joya, one of four children, said he enrolled in the military academy at 14, mostly as a way to gain early independence.

He was expelled from the academy, he said, when a teacher caught him cheating on an exam. But instead of giving up his dream to be a soldier, he enlisted as a private and within two years had risen to become the youngest sergeant in the army. Read more: New York Times Article
Las urnas o las armas: Confusión e indignación
Rodolfo Pastor Fasquelle(Ministro de Cultura, Artes y Deportes perseguido, amenazado por el gobierno de facto, ahora en exilio)
El golpe no nos dividió a los hondureños, ni menos Mel, si no el proceso de crecimiento concentrador y excluyente, que nos ha polarizado por medio siglo. Y la propuesta del Presidente Zelaya de enfrentar las contradicciones estructurales de ese modelo y de tomar conciencia y partido para el remedio eficaz de la miseria puso al descubierto una gran falla, entre las placas de la población que se han beneficiado y se han alienado en ese proceso (la burguesía variopinta) y, de otro lado las mayorías marginadas, cada vez más frustradas, junto con los profesionales con compromiso ético y social y los obreros organizados que pueden vislumbrar un orden más justo. En las noticias que me llegan de allá prevalecen dos notas: confusión en todos los campos e indignación. La confusión profunda, en primer lugar de la pequeña burguesía, que ha caído en la trampa de la manipulación mediática, convencida de que apoya una gesta “contra el comunismo y la dictadura”. Pobrecita. No sé si es redimible. Que ya era supersticiosa y ahora se ha vuelto rezandera compulsiva, como reflejo de su mala conciencia y del susto –supongo- porque no pueden dejar de intuir los insondables peligros que sacaron con los chafarotes y los geniecillos del mal de la Contracuarta. Invocando, contra el mundo entero, el liderazgo universal de Micheletti, la probidad y heroicidad de Vásquez Velásquez, la sana intención de sus empleadores, la bendición del Cardenal contra la condena fulminante del Papado y las incongruencias de esos falsos apóstoles contra la razón misma, contra el sentido común, la ficción oficial y mediática de que Honduras está unida con el golpe contra la manifestación cotidiana de lo contrario. Confusión también entre los nuestros que, para nada, previmos lo que otros llaman “un golpe anunciado”, aunque sabíamos de la conspiración. Que no tomamos ninguna precaución. Y que andamos, dentro y fuera, como alelados, hablando babosadas acerca de cómo la comunidad internacional nos va a sacar de problemas, invocando argumentos legales en un país en que está totalmente colapsado el aparato de justicia desde antes, que vamos a una huelga general, descoordinados entre nosotros, viviendo del poema del día, y de las “mejores canciones” mientras ellos nos llevan presos, nos acosan, reprimen a las manifestaciones cuando les dan miedo. Los perversos se sienten seguros, los buenos cada vez más expuestos. Pasan las horas, se acumulan las condenas internacionales y se prolongan las marchas y la movilización, pero ellos siguen ahí, sólo ligeramente nerviosos y por la noche los nuestros regresan a los escondites o buscan uno nuevo. (Afortunados los que hemos escapado apenas). Por las calles rondan libremente Billy Joya y Carmona. En los despachos, se persigue inclementemente a nuestra gente. Se los acosa y despide. (Sin comprensión técnica de la materia, la peligrosa rubia Castro ha despedido, sin embargo, a casi todos los cuadros técnicos del ministerio). Está claro que estamos en desventaja. Y que la lucha tiene una fricción desgastante y en la medida en que demuestre ser ineficaz la reacción internacional sin precedentes también se esfuma en el vacío y en el doble juego de “hacer tiempo”. La impotencia hay que reconocerla, la frustración y la confusión, pero no para rendirnos. La indignación hay que cultivarla y sobre todo hay que organizarla, para que se convierta en instrumento eficaz de lucha. Está pendiente todavía y seguirá por muchos días aun siendo urgente la movilización en la calle, aunque debe organizarse mejor. Y la bandera de lucha sigue siendo la inmediata restitución del gobierno legítimo. El Congreso se amnistiará como quiera. Mel debe regresar cómo sea, por dónde sea, a lo que sea. No se trata de un asunto personal, pero Mel personifica ese anhelo. Nadie más que él puede restaurar las condiciones bajo las cuales podemos volver a ser un país civilizado, debatir nuestras diferencias sin las tonterías prefabricadas de la ideología y el fundamentalismo y volver a recurrir a las urnas para resolver las contradicciones, y no a las armas.
Diario El Tiempo Honduras

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